En esta serie que comenzamos con este capítulo vamos a hacer un devocional semanal especialmente enfocado para grupos de alabanza. Como una especie de buena semilla pero semanal y apuntando a personas que actualmente sirven en grupos de alabanza.
El contenido va a ser corto y va a estar compuesto de 3 secciones:
- Una lectura Bíblica.
- Una verdad Bíblica que transforme nuestro corazón.
- Algunas ideas para llevar a la práctica la verdad aprendida.
Una adoración verdaderamente espiritual.
Juan 4.1-30
1 Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan 2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), 3 salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. 4 Y le era necesario pasar por Samaria. 5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.
6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. 7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. 8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.
9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.
10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. 11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. 15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. 16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. 17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; 18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.
19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. 21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. 27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? 28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: 29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? 30 Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.
¿Qué es la adoración?
En la expresión adorar en espíritu y en verdad se produce algo curioso: el texto griego tiene una preposición (“en”) que rige ambos sustantivos (“espíritu”, “verdad”) unidos por la conjunción (“y”). Esto significa que Jesús estaba describiendo una característica con dos sustantivos, no dos características separadas de la adoración. Normalmente se suele explicar qué implica que la adoración sea en Espíritu y qué significa En verdad, por separado, pero realmente deberíamos traducir la frase diciendo que la adoración es “verdaderamente espiritual”. Se trata de una hendiadys, una figura retórica en la que el orador expresa una sola idea compleja uniendo dos sustantivos con “y” en lugar de utilizar un adjetivo y un sustantivo.
Entonces ¿qué es la adoración verdaderamente espiritual? ¿Cuál es la adoración que busca el Padre?
La adoración verdaderamente espiritual es la vida que sigue un proceso que se repite a lo largo de toda la escritura (por cierto también se observa en la mujer samaritana de este pasaje). Este proceso consta de las siguientes partes:
- Dios bendice a las personas.
- Su bendición llega a nosotros y nos transforma de alguna manera.
- Nosotros proclamamos su bendición y transformación a otros.
- Devolvemos la bendición en forma de adoración.
Déjame decirte por qué no me lo he sacado de la manga, observemos la Biblia y veamos ejemplos de cómo esto sucede continuamente en la Escritura:
- Moisés y su vida.
- Ana, la madre de Samuel.
- David y los salmos.
- Salomón y la sabiduría recibida por Dios.
- Los leprosos en el asedio de Jerusalén.
- Abraham y los altares.
- Abraham e Isaac.
- El pueblo de Israel y las victorias de guerra.
- Noé y los altares.
- La historia de Rut.
- La elección y hazañas de los jueces.
- La continua comunicación de los profetas con Dios y el pueblo de Israel.
- Pedro y su discurso.
- El proceso de los discípulos al conocer a Cristo y luego expandir la iglesia.
- Pablo conociendo a Jesús y evangelizando.
- La historia de Zaqueo.
- El leproso que regresó a adorar a Jesús tras ser sanado.
Si observas estas historias verás que están caracterizadas por el proceso continuo que hemos descrito anteriormente. Por otro lado, no tenemos que devanarnos los sesos demasiado para darnos cuenta de que esto es real, de hecho, el proceso pilar e inicial que da lugar a toda la adoración que podemos hacer efectivamente en nuestra vida es la bendición de la salvación que transforma nuestra vida borrando nuestro pecado, que nos lleva a evangelizar y a adorar eternamente a nuestro Dios porque Él nos la dio. Digno es el Cordero.
La samaritana recibe esta bendición, transforma su vida y la cuenta a los demás. Como samaritana, su preocupación era cómo había que adorar al Padre así que seguramente su proceso acabaría adorando a Dios con las nuevas directrices que el Hijo le da.
La conversación más importante de la historia
Pero hay una verdad más profunda, más sutil, pero al mismo tiempo más maravillosa escondida en este texto y en el proceso de adoración. Fíjate bien, en el pasaje hay muchos personajes: Jesús, la mujer samaritana, los discípulos, los hombres de la ciudad, los maridos, Jacob (se nombra) el Padre y un personaje que muchas veces pasa desapercibido: El Espíritu Santo.
Pues bien, déjame decirte algo: Adorar no es una afirmación teológicamente correcta ni un acto moralmente correcto. La adoración verdaderamente espiritual es una conversación continua entre Dios y las personas que: nos bendice, nos transforma, proclama lo bueno que es Dios a otros y bendice/adora a Dios.
Seguramente el mayor privilegio del ser humano, la mayor gloria y honor que recibirá en toda su existencia es participar en la conversación continua que mantienen las tres personas de la Trinidad. Sí, has leído bien, como se puede ver en el pasaje, el Hijo ofrece al Espíritu Santo para adorar de una manera verdaderamente espiritual al Padre. Y no sólo eso sino que en el proceso que hemos descrito anteriormente es el Hijo el que propicia la salvación y la relación que tenemos con Él y con el Espíritu Santo que nos transforma para poder adorar y honrar al Padre que está en los cielos. De la misma manera todas las bendiciones continuas de nuestra vida descienden de nuestro Padre que, gracias a la justificación llevada a cabo por la obra redentora de Jesús el Espíritu Santo utiliza para transformar nuestras vidas a la imagen de nuestro Señor Jesucristo para, en última instancia glorificar al Padre.
Y en todo el proceso, en toda la comunicación, en la conversación que da a Dios la adoración verdaderamente espiritual y al ser humano la transformación a la imagen de, nada menos, el Hijo de Dios. En esa conversación, ahí, junto al Dios Trino, sentados a la misma mesa, colaborando, participando, como “uno más” estás tú.
Decir que tenemos un enorme privilegio adorando a Dios es decir poco. Nuestras palabras no hace justicia al amor de Dios.
Podemos concluir diciendo que la adoración ese proceso comunicativo con Dios que le adora, nos transforma y le proclama. La conversación trinitaria donde Él nos incluye. Este grado de intimidad que Jesús nos regala se puede ver también en su oración de Juan 17, unos versículos para flipar.
20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
¿Qué podemos hacer?
Evidentemente no podemos corresponder el amor y la entrega de Dios al mismo nivel, pero sí podemos hacer cosas para ser transformados y llevar a cabo la adoración verdaderamente espiritual que el Padre quiere de nosotros.
- Debemos estar atentos a las bendiciones que vienen del Padre.
- Estudia la Biblia. Adorar es la consecuencia natural de conocer a Dios, cuanto más lo conocemos más podemos entender y aportar en la conversación divina, más disfrutable es y más le gusta a Él.
- Ora más y mejor. Orar es comunicación con Dios. Dejemos de pensar que orar es principalmente el medio de pedir. Evidentemente sólo podemos pedir a Dios orando, pero la oración es una de las principales maneras de devolver la bendición en forma de adoración a Dios. Incluso más que la música.
- Proponte compartir X bendiciones al día con personas (creyentes o no creyentes). El E.S. no puede estar dentro de ti sin rebosar. Es anti bíblico. Es agua viva que brota y solo puede brotar hacia afuera. No es un pozo de agua estancada.
- No participes del grupo de alabanza sin llevar a cabo este proceso en tu vida: Repito; una afirmación teológicamente correcta (aunque esté dentro de una canción muy bonita) no es nada sin todo lo demás.
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