Lo primero que vamos a hacer es leer el Salmo 101. Aquí debajo puedes leerlo:
- ¡Cantaré acerca de tu misericordia y tu justicia! A ti, oh YHVH, entonaré salmos.
- Observaré atentamente el camino de la integridad. ¿cuándo vendrás a mí? Andaré en la integridad de mi corazón en medio de mi casa.
- No consideraré ningún asunto de Belial. Aborrezco la obra de los que se desvían, no se me pegará.
- El corazón perverso se alejará de mí, no reconoceré al malo,
- Destruiré al que calumnia en secreto a su prójimo, no soportaré al altanero de ojos y vanidoso de corazón.
- Sobre los fieles de la tierra fijaré mis ojos, para que estén conmigo. El que anda en camino de integridad, éste me servirá,
- El que practica engaño no morará en mi casa, quien profiera mentiras no permanecerá ante mis ojos.
- Día a día destruiré a todos los malvados de la tierra, para extirpar de la ciudad de YHVH a todos los que obran iniquidad.
Es difícil saber cuál es el género concreto de este Salmo 101:
- Algunos dicen que se trata de uno de esos salmos que se cantan antes de entrar al templo. Lo cual puede tener mucho sentido.
- Otros dicen que el Salmo corresponde a la época en la que David estaba preparando el terreno para la llegada del Arca robada a Jesrusalén y por ello su intención es erradicar completamente el mal de la ciudad.
En cualquier caso hay un tema principal en el Salmo: El compromiso con la fidelidad, la justicia y la integridad y el rechazo del mal. En el caso de David, el rechazo del mal le lleva inexorablemente a modificar su entorno para que su reino sea un reino de justicia de fidelidad y de integridad. En este proceso, literalmente, David destruirá a personas o las apartará totalmente de él y escogerá a personas fieles para que le sirvan.
Cosas interesantes que se desprenden de este salmo:
- David trata con severidad las desviaciones de la santidad: David dice cosas como: El que practica engaño no morará en mi casa, o destruiré al que calumnia en secreto a su prójimo o día a día destruiré a todos los malvados de la tierra. Estas declaraciones, a nuestros ojos demasiado fuertes, son una declaración tajante de cuanto odia David el pecado. No puede convivir con él, no va a tolerarlo. Lo cual hace que nos preguntemos: ¿Cuánto toleramos el pecado? ¿Qué importancia le damos a nuestro pecado? ¿Y al pecado de otros? ¿Hasta qué punto podemos hacer como que no ocurre nada?
- David recompensa al que es fiel e íntegro: No sólo hay castigo para el malvado sino que el salmista promete que los fieles tendrán la atención del rey, estarán con él y le servirán. Estas afirmaciones claramente apuntan a Jesús y a parte de las consecuencias de responder afirmativamente a la continuación que nos hace tras su obra en la cruz. Pero si profundizamos un poco más en nuestra tolerancia al pecado quizá tengamos preguntas como: ¿Aprecio el bien? ¿Disfruto de la compañía de las personas que obedecen a Dios? ¿Busco esa compañía?
- Dando una vuelta más de tuerca, David no sólo observaba la competencia profesional como un requisito profesional para los que le servían, sino que la comunión con Dios era una norma sine qua non que debían cumplir sus siervos. ¿Cumples la norma indiscutible para servir a Dios o sólo tienes las competencias profesionales? ¿Sabes cantar o tocar un instrumento pero estás claramente separado de su camino?
- David quería poner en orden el reino que gobernaba: su determinación era la de un rey que quería tener un reinado justo y sujeto a la voluntad de Dios. Gobernaba a personas, las tenía a su cargo, bajo su reino. En muchos sentidos nosotros tenemos nuestro propio reino, un espacio de influencia (no necesariamente físico) donde estamos nosotros, donde puede que hayan otras personas (amigos, hijos, empleados, colaboradores en la iglesia) y donde, en mayor o medida se hace nuestra voluntad y adquirimos un grado de responsabilidad. ¿Cómo convivimos con el mal de nuestro reino? ¿Tomamos decisiones que hacen a nuestro reino más justo o más malvado?
Contrasta este salmo con estos versículos de Marcos 9:43-47
43 Si tu mano te hace pecar, córtatela. Más te vale entrar en la vida manco que ir con las dos manos al infierno, donde el fuego nunca se apaga.45 Y, si tu pie te hace pecar, córtatelo. Más te vale entrar en la vida cojo que ser arrojado con los dos pies al infierno.47 Y, si tu ojo te hace pecar, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al infierno
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